viernes, 24 de abril de 2015

El templo del Fénix


Continuando con el ciclo del patrimonio arquitectónico heredado de la era Heian toca ver ahora uno de los que ha permanecido más intacto hasta nuestro días, y aunque en su momento llegó a ser más grande, su parte más importante ha permanecido casi invariable e intocable, superando terremotos, incendios y guerras. Estoy hablando del Byōdō-in o comúnmente llamado el Templo del Fénix. Realmente este emblemático lugar no se encuentra en la misma ciudad de Kyoto, sino en la de Uji, a las afueras del valle donde se levanta la antigua capital y libre del abrazo de la cordillera montañosa que separa Kyoto de Shiga. En el Genji Monogatari, obra de referencia sobre la era Heian, Shikibu Murasaki relata como los cortesanos tenían a la villa de Uji como un lugar de descanso y recogimiento, la aldea coge especial relevancia al final del libro, donde el protagonismo pasa a los descendientes del héroe de la historia, Hikaru Genji, de quién se dice estaba inspirado en el Príncipe y Gran Chambelán de la corte, Minamoto no Tōru, y es con este personaje con quien voy a empezar. A diferencia de como sucede en Occidente, la línea sucesoria imperial no pasaba directamente de padre a hijo mayor, sino que el Emperador a criterio propio o aconsejado por su séquito de consejeros y nobles decidía quién iba a ser su sucesor en el trono, y como ya expliqué en su momento el clan Fujiwara solía tener el control de este poder. Tōru aun no siendo el hijo mayor, debido a su linaje imperial podía llegar a ser Emperador, pero sólo se quedó en Gran Chambelán del Imperio, cargo que entre sus funciones estaba ser el secretario personal del Emperador. Pero además de deberes tenía derechos, y muy privilegiados, moverse con libertad por todo el palacio imperial, poder de decisión en ciertas cuestiones importantes o ser un personaje de cierta influencia eran sólo una parte, otra más era tener posesiones fuera del palacio, y entre ellas estaba la residencia que tenía en Uji, que acabó siendo el Templo del Fénix actual. Tōru consta como el primer propietario de la hacienda, hasta que, casi un siglo después, muy a finales del siglo X, pasó a ser de Minamoto no Shigenobu, nieto del Emperador Uda, y Ministro de la Izquierda de la corte imperial, una de las posiciones más altas en las cuales se dividía el escalafón de rangos de los cortesanos. Sin embargo, por aquella época los Fujiwara ya ejercían una notable influencia en las decisiones del Emperador, mediante matrimonios concertados entre él, o posibles sucesores, con las mujeres del clan, una vez tenían un lazo cercano con el poder imperial, llegaban incluso a provocar abdicaciones a favor de sucesores menores de edad, con lo cual, ellos se aseguraban el poder a través de la regencia con el cargo de Sesshō, o incluso llegaban a ejercer el mismo poder siendo Kampakus, una especia de primer consejero imperial, de un Emperador ya adulto pero influenciable. Este fue el caso de Michinaga Fujiwara, uno de los miembros del clan que acumuló más poder a lo largo de toda la era Heian. Padre de Emperatriz, y abuelo de dos Emperadores, ocupando la regencia imperial tanto como Sesshō como Kampaku. Hasta ahora la residencia de Uji había estado ocupada por personajes con un linaje imperial, los Minamoto. Sin embargo, Michinaga fue el primer Fujiwara que se convirtió en su propietario y como sus predecesores, hizo servir el palacete como su lugar de recogimiento fuera de Kyoto. En el 1027, un año antes de morir Michinaga, el palacio de Uji pasó a manos de su hijo, el Canciller del Imperio, Yorimichi Fujiwara, y aquí es cuando comienzan los cambios relevantes.
Como había explicado previamente, debido a la necesidad que tuvo el Emparador Kanmu de huir de la presión de las escuelas budistas de Nara, como la Hossō o la Kegon, a finales del S.VIII trasladó la capital imperial a Kyoto, deseando que fuera un lugar exento de cualquier intrusión religiosa, y salvo pequeñas concesiones a la secta Shingon, no había habido otro tipo de intrusión. Sin embargo, a las afueras de la capital, más precisamente en el monte Hiei, en las montañas al noreste, comenzó el surgir de otra escuela budista, que tenía también la intención de ser clave en la evolución de la capital, estoy hablando de la secta Tendai. Aunque durante largo tiempo la capital estuvo libre de su influencia, a la vez que los Fujiwara iban ganando poder sobre la realeza la influencia de esta secta iba en aumento, tanto que al final ni la capital ni sus respectivos Emperadores pudieron desligarse de su influjo. Retomando el punto anterior y volviendo al proceso de cambio del Byōdō-in,  en el 1052, Yorimichi Fujiwara decide conceder su palacete de Uji a la escuela Tendai, pasando a ser un templo budista. Es entonces cuando surgen las principales modificaciones, creándose al año siguiente el recinto que albergará al buda gigante de Uji, el llamado Salón de Amida. Una de las curiosidades que se dieron durante su diseño inicial, fue la colocación de dos fénix en la parte superior del templo, al principio la idea era poner dos cabezas de dragón, sin embargo, la idea de los fénix, influencia acabada de llegar de China, convenció más dada la ausencia de esta figura mitológica en otros templos, fue entonces que gracias a esta particularidad tan especial al Salón de Amida se le comenzó a llamar el Salón del Fénix. Durante los años posteriores, la estructura del templo irá en aumento, hasta que tres siglos después, en 1336 la gran parte de éste es destruida durante los altercados producidos en el ocaso de la restauración Kenmu, cuando el Emperador Go-Daigo es derrotado por los hermanos Ashikaga tras rebelarse contra el shogunato de Kamakura, que conllevó a los herederos de los Minamoto y los Hojo a trasladar el shogunato a Kyoto, dando inicio a lo que se conocerá como la era Muromachi y la consecuente militarización de todo el país.
De aquel templo del Byōdō-in sólo queda la estructura principal, el famoso Salón del Fénix en frente del estanque, panorámica digna de cualquier postal, tanto que en 1994 la UNESCO lo nombró Patrimonio de la Humanidad. Como homenaje a la singularidad del templo, en 1951 el Banco de Japón decidió estampar en el reverso de la moneda de 10 yenes el templo del Byōdō-in, y tiempo después, en 2004, sacó a circulación el billete de 10.000 yenes donde puede verse a uno de los fénix de dicho templo. Por tanto, si tenéis de la oportunidad de tener una moneda de 10 yenes en vuestras manos, o un billete de 10.000 yenes, esto un poco más difícil, echadle un ojo, ese templo y ese fénix pertenecen a uno de los intereses culturales y históricos más emblemáticos del país.