jueves, 23 de julio de 2009

Hakone - Ryokans

Uno de los enclaves más turísticos de Japón se sitúa no muy lejos de Tokio, en la prefectura de Kanagawa junto a la frontera con Shizuoka, podemos encontrar un auténtico paraíso para los amantes de los onsens o para los que desean escaparse de la gran ciudad y gozar de unos días de regocijo, entretenimiento y descanso con la familia o amigos. El nombre de este espléndido lugar es Hakone.
Cuando tuve la oportunidad de ir hasta ahí con unos buenos amigos japoneses, sin hallarme afortunadamente en el periplo de perder un avión, parar un tren o atravesar un frondoso bosque en la penumbra de la noche, tuve la ocasión de utilizar transportes mucho menos comunes que permiten realizar la excursión con facilidad, presteza y comodidad. No obstante, como casi todo viaje que tenga lugar en la región de Kanto, el primer paso nos lleva a Tokio, en este caso a la estación de tren de Shinjuku.
Tokio posee uno de los servicios ferroviarios más completos y modernos del mundo, dispone de líneas de tren o JR, líneas de metro y líneas privadas para recorrer la ciudad y prefecturas de alrededores. Pero este servicio tiene un precio muy alto, sobre todo el de la JR, y pocos pueden aprovechar todas las ventajas que supone todas las veces que desearían. Para los que hayan tenido la oportunidad de ir allí alguna vez conocerán la comodidad que supone usar las líneas de la JR con el Japan Rail Pass, viajes gratis sin límite. No obstante para los Tokiotas que no poseen este privilegio, accesible solo para los turistas extranjeros, les es mucho mejor utilizar el metro, más barato que la JR y con mejores horarios, o las líneas privadas que cubran destinos más allá de la gran urbe de la capital. Es justamente gracias a una de estas líneas que se puede emprender el trayecto hasta Hakone.
En la estación de Shinjuku comienza la línea privada llamada Odakyu line, la cual tiene como otros destinos Enoshima, Odawara y Hakone. Como casi siempre sucede en estos tipos de trayectos largos hay trenes más rápidos que otros, saltándose ciertas paradas acortando el tiempo de viaje y aumentando el precio del billete.
Una vez estuvimos en los andenes de la Odakyu line, cogimos un tren express que nos llevaba a la estación de Odawara, una de las paradas finales de la línea. El trayecto aunque largo fue bastante ameno gracias en parte a las conversaciones que tuvimos mientras picábamos algo. Cuando llegamos a Odawara hicimos transbordo a otro tren perteneciente a la Hakone Tozan Line, o comúnmente llamada Totsudosen y que pertenece a la misma Odakyu Line, un tren mucho más sencillo pero con cierto encanto que nos llevó hasta la parada final de Gora.
En Gora hicimos una pequeña parada en el camino dado que desde ahí teníamos que coger un funicular que nos llevara hasta nuestro destino, pero como teníamos tiempo hasta la salida del siguiente trayecto, decidimos hacer un poco de turismo por la zona. Era el mes de febrero y a esa altura el frío y la niebla se hacían más que evidentes, no muy lejos de la parada de tren había un pequeño puesto donde vendían amazake caliente, éste es un brebaje con base de arroz fermentado que por lo general no lleva alcohol y que tiene un sabor un poco dulce. Justamente la noche anterior había podido disfrutar de un nomihodai con otros amigos japoneses en Shibuya, los nomihodais son como buffets libres de bebida, durante una o más horas uno puede beber lo que quiera a un precio fijo, esa noche estuve bebiendo cervezas, hoppis (cerveza con sochu), whisky y atsukan (sake caliente) hasta acabar como una cuba, por eso en el momento en que escuche la palabra amazake el dolor de cabeza causado por la resaca de la noche anterior me volvió con fuerza, pero al explicarme que no llevaba alcohol opté por probarlo. La verdad es que estaba bastante bien, tenía un sabor suave y exquisito, me calentó el cuerpo y tuvo una reacción bastante positiva sobre el estómago que aún sufría de la noche anterior.
Al cabo de un rato, nos dirigimos hacia el funicular y compramos los billetes pertinentes, porque aunque esta línea especial del funicular pertenece a la Tetsudosen hay que pagar un billete aparte que no cuesta más de 240 yenes. El trayecto aunque fue bastante corto no por ello fue menos interesante, la gente tanto desde dentro como desde fuera no paraban de hacer fotos del tren de montaña en funcionamiento. En seguida llegamos a nuestra parada, la estación de Nakagora, desde allí hasta nuestro ryokan donde nos íbamos a hospedar no habían más de 5 minutos andando, cosa que resultó ser bastante cómodo.
El ryokan tenía el aspecto de muchos otros, es decir una especie de hotel mansión de estilo japonés, aunque también se pueden encontrar ryokans con apariencia de casa de la montaña europea. Dentro la decoración sobria y elegante predominaba, provocando una sensación desde el principio de descanso y serenidad. Después de dar nuestras referencias en el mostrador nos guiaron hasta nuestra habitación, por el camino pude ver un inmenso comedor karaoke, donde seguramente los huéspedes se reunirían para pasar unas noches amenas con buena comida y bebida mientras aprovechaban la oportunidad para demostrar sus dotes con la canción. Al llegar a la habitación vimos que era totalmente estilo japonesa, bastante grande, bien iluminada por grandes ventanales de madera, suelo de tatami, un pequeño tokonoma desde donde colgaba un kakemono, sobre el washitsu un ikebana más un teléfono, al lado un armario de puertas correderas y enfrente, más a la izquierda un pequeño espacio tras unas puertas deslizantes de estilo japonés, desde el cual sentado desde una de las dos butacas que flanqueaban el lugar se podía disfrutar del espléndido paisaje de la zona. No faltaban otras prestaciones como televisión, aire acondicionado y lavabo. Sin embargo, un detalle que me llamó bastante la atención fue que habían tres yukatas típicos de ryokans preparados para nosotros.
Después de una ligera conversación con una de las encargadas, que no iba más allá de querer saber si queríamos comer antes o después de una visita a los onsens, y de destacar que era el primer español que tenían en el ryokan, nos preparamos para ir a disfrutar de los onsens enfundados en nuestros yukatas.
En la antesala de los onsens habían varias cestas bordadas con tiras de madera donde poder dejar la ropa y pertenencias, para así pertrecho de una toallita y utensilios de higiene personal entrar en la sala de los onsens.
La sala era bastante grande, dominaba la tonalidad azul mezclada con los típicos vapores que emergen de estas aguas termales naturales, habían sólo dos personas en la sala, y las dos dentro del onsen, sin embargo en seguida pude ver que tras las mamparas de cristal empañadas por la condensación de la humedad se podía vislumbrar un recinto exterior donde se hallaba un rotenburo, un onsen al aire libre, enfrente nuestro, al otro lado del recinto, había una puerta de cristal que daba a él. Allá se encontraba otro hombre disfrutando de la mejor combinación que te puede otorgar este tipo de recintos, relajación y gozo del paisaje. Normalmente, la decoración en este tipo de lugares cumplen con el estilo zen, con lo cual todo está preparado para transmitir paz y tranquilidad.
Una vez nos hubimos lavado y hubimos disfrutado de unos minutos en el onsen interior, nos dirigimos hasta el rotenburo, desde donde pudimos ver ya anochecer mientras una sensación de sosiego y serenidad nos iba consumiendo. Aunque pueda parecer extraño, la estancia en un rotenburo en pleno invierno no comporta ningún tipo de incomodidad, el agua esta suficiente caliente para que la sensación de frío no se haga notar, y que su presencia sea imperceptible incluso al salir del agua.
Después de pasar un tiempo de relajación absoluta decidimos salir y volver a nuestra habitación, nos pusimos los yukatas y salimos de la antesala del onsen cuando ya no quedaba nadie y éramos los últimos del lugar. Al llegar a nuestra habitación, nos estaba esperando ahí nuestra compañera, que había ido al onsen femenino, y que como nosotros estaba totalmente relajada. Mientras estábamos viendo la televisión, una de las encargadas llegó para comentarnos muy educadamente si queríamos comer ya, y por supuesto dijimos que sí. Inmediatamente entró un hombre provisto de una mesa que puso minuciosamente en el centro de la habitación, después otros empleados ordenadamente llegaron surtidos de todo tipo de comida japonesa de lo más tradicional, para finalmente tener la mesa completamente llena de deliciosos manjares, una escena digna de reyes. Aunque por regla general en Japón al cliente se le trata exquisitamente bien, en pocos sitios como en algunos ryokans los clientes son tratados como auténticas deidades. La comida constaba de tempura, yakimono (carne a la plancha), sashimi, tsukemono (comida encurtida y cortada en trozos pequeños) y suimono (bol de sopa normalmente sin fideos), destacando por encima de todo el plato de nabemono llamado shabushabu, lonchas de carne cortadas muy finamente que se introducen en agua caliente en un corto período de tiempo antes de comerlas, en nuestro caso con dos pasadas que le diéramos a la carne en los recipientes de agua muy caliente que teníamos en la mesa, y que mantenían la calor gracias a unas velas que tenían debajo, era suficiente para que estuviese realmente deliciosa. Con este panorama disfrutamos de una exquisita cena y de una agradable conversación que aún perdura vivamente en mi memoria. Tras terminar de cenar, de la misma manera ordenada, educada y minuciosa con la que nos habían traído la comida, recogieron todo. Antes de dormir, estuvimos viendo un poco la televisión, estaban emitiendo un programa donde explicaban las dificultades que tenían los vecinos para quitar la nieve del tejado y entradas de sus casas en la ciudad de Niigata, en la prefectura del mismo nombre, en la parte más al noroeste de la región de Chubu.
No paso mucho tiempo antes que sacáramos nuestros respectivos futones y nos pusieramos a dormir plácidamente.

martes, 14 de julio de 2009

Onsens

Fotografía de un Onsen
Ejemplo de un típico onsen interior (内風呂)
Los onsen, los famosos baños termales japoneses, son otro de los símbolos del Japón. Son lugares de descanso y reposo que suelen usar muchos japoneses cuando encuentran un par de días libres para poder disfrutarlos cómodamente. Se pueden encontrar a lo largo de todo el país, habiendo prefecturas más famosas que otras en lo referente a la calidad de sus onsens, y por supuesto pueden haber de diferentes tipos, a veces no es extrañó confundir un sento o baño público, con un onsen, dado el diseño y accesibilidad de este último. Por otro lado, al igual que en los sento, los onsen tienen ciertas normas de conducta, como por ejemplo tener que lavarse antes de entrar en la bañera o furo, entrar solamente acompañado de una toallita preparada para la ocasión, toalla que por cierto no se ha meter en el agua ni procurar que caiga en ella, y por supuesto tampoco hay que  ponerse a salpicar ni molestar a los demás, al fin y al cabo es un lugar para relajarse. Claro esta que en algunos onsen estas normas pueden variar, como en aquellos donde se pueden entrar en bañador, cosa que por otro lado hace perder la esencia del lugar. Estos contados lugares suelen ser konyoku onsens (混浴), es decir mixtos donde pueden compartir el mismo espacio o furo hombres y mujeres, cosa que no significa que los otros onsen no puedan ser también del estilo konyoku, sin embargo, en estos emplazamientos el respeto y la decencia suelen ser bastante importantes.
Descripción de las normas a seguir dentro de un onsen o baños públicos
Normas a seguir en un onsen (入浴マナー)
Mi primera experiencia con los onsens fue en mi primer viaje a Japón, donde pude disfrutar, si se puede decir así, de estos excepcionales lugares. En la ciudad de Beppu, en la prefectura de Oita, se encuentran unos de los más famosos onsens de todo el país. En la zona de kannawa, dentro de la misma Beppu, se puede ver el por qué. Nada más llegar el olor a azufre, proveniente de los mismos gases de las aguas termales, te dan la bienvenida. Este olor a io (硫黄), azufre en japonés, es conocido por todo el país, dándole una fama extra al lugar. No es de extrañar entonces que la zona este llena de ryokans donde los huéspedes pueden gozar de un plácido descanso en sus aguas termales.
Fue en uno de estos ryokans donde nosotros, los 4 de Saitama, llegamos desde Tokyo. Aunque el alojamiento era de lo más tradicional y acogedor no era ni mucho menos el que esperábamos después de ver las fotos que nos habían mostrado en su web, por lo menos para uno de mis compañero y para mi. De todas formas el trato fue de lo más exquisito, sobretodo para uno de nosotros.

Fotografía del Ryokan donde nos íbamos a hospedar en Beppu
Ryokan de Beppu donde nos hospedamos
Por lo que se refiere a sus onsens en sí, eran interiores, similares a ofuros hogareños, y tenían también konyokus. Con lo cual la experiencia podría haber sido aún más chocante, no obstante ni tuvimos esa suerte ni esperábamos que el agua iba a estar tan caliente. De todos los onsens donde he estado ninguno ha estado a tan alta temperatura como estos de aquí. Más que onsens parecían koonsens (高温泉), denominados así cuando superan los 42º de temperatura. Son en estos tipos de aguas termales donde se tiene que tener más cuidado con el tiempo que se pasa en ellas, ya que será más fácil y más rápido que una persona acabe mareada, sino anda con cuidado. En todos los onsens hay panfletos que recomiendan no estar mucho en el agua por el riesgo de sufrir de yuatari (湯あたり), como se conoce al mareo que le da a uno por estar demasiado tiempo seguido en las aguas termales. Sin embargo este tipo de mareos le pueden entrar a uno también si introduce la cabeza en el agua, cosa que me sucedió a mi, y que me impidió poder disfrutar con vitalidad de mi estancia en Beppu.

lunes, 29 de junio de 2009

Fuji

En mi primer viaje a Japón, ya hace unos cuantos añitos, conseguí realizar uno de los objetivos que todos los visitantes a aquel país tienen en mente hacer pero que solo unos pocos consiguen realizar. La escalada a la montaña emblemática del Japón, el monte Fuji.
Para ser sinceros, la subida al Fujiyama aun siendo un objetivo ya planeado, no era una meta esencial dentro de nuestro planning, por tanto dependiendo de las circunstancias podíamos sacrificar la ascensión. Para decir más, solo había una persona dentro del grupo decidida de todas todas a subir el Fuji. Sin embargo, como pronto explicaré, fue él uno de los que finalmente no pudo subirlo. Pero antes una pequeña explicación de la montaña más mítica del Japón:

Vista del monte Fuji y su reflejo sobre uno de los lagos cercanos

Esta legendaria montaña símbolo del país, de la que dicen que tiene el nombre de la deidad del fuego Ainu, ha sido venerada y admirada durante siglos, encontrando referencias en textos tan antiguos como "El cortador de Bambú", una de las obras cumbre de la literatura japonesa. Pero ni en su cima se haya el elixir de la vida ni se creó en un día como explican otros escritos de la época. La montaña sagrada en realidad es un volcán extinto desde 1707 que se sitúa entre las prefecturas de Shizuoka y Yamanashi, pero pudiéndose ver también desde Tokyo, Chiba, Kanagawa o incluso desde Saitama. Rodeado por 5 lagos, es típico que se hagan rutas para contemplarlo desde ellos mientras se disfruta de la naturaleza de los alrededores.
Por lo que se refiere a la subida en sí, se puede realizar durante los meses de julio y agosto, aunque en algunas rutas se puede alargar algunos días de septiembre. El ascenso se puede hacer por varias rutas ya establecidas como las de Kawaguchiko al norte, la de Subashiri al este y las de Gotenba y Fujinomiya al sur, estas cuatro rutas comienzan desde un correspondiente punto 5, campos bases que se sitúan a una cierta altura de la montaña, y a los cuales se puede acceder con un correspondiente autobús. El punto 5 más elevado es el Fujinomiya que esta a 2400 metros, a tan solo 1376 metros de la cima, mientras que por otro lado el más bajo es el de Gotenba a 1440 metros de altura. Durante estos trayectos de la escalada, se pueden encontrar varios campos bases que van numerados del 6 al 10, siendo este último la cima. No obstante, es normal encontrar varios campos bases o áreas de descanso con el mismo número dando la sensación de una ascensión interminable. Por otro lado, antiguamente la montaña se escalaba entera desde varios caminos, siendo el más conocido el de Yoshida, sendero que luego a más altura confluye con el de Kawaguchiko. De todas formas estas escaladas eran más lentas y tranquilas, pudiendo suponer varios días, por ello prepararon varios estaciones de té donde los escaladores podían descansar y reposar. Sin embargo el problema de estas ascensiones era atravesar el bosque de Aokigahara, situado en la falda del Fuji. El conocido por "mar de árboles" es un bosque donde no es muy difícil perderse, además de tener el riesgo de poder encontrar algún que otro oso por la zona, que aunque normalmente huyen por la presencia humana, no deja de ser un peligro. Pero sin embargo, por lo que se conoce más Aokigahara es por ser uno de los lugares escogidos por la mayoría de japoneses que deciden cometer suicidios colectivos, de esa manera no es raro el día que anuncian haber encontrado restos humanos perdidos en la frondosidad del bosque. Debido a esto, a la falda arbolada del Fuji le rodea un aura de temor y superstición.


Volviendo al viaje en cuestión, de las siete personas que éramos, un grupo de cuatro y otro de tres, solo dos personas habían decidido no subir a la gran montaña de antemano, una por cada grupo. Los demás teníamos la fecha en mente ansiando que llegase, sin embargo el día previo a la ascensión, un percance nos hizo replantearnos la subida. Debido a que nos retrasamos en nuestro regreso de Hiroshima, cuando llegamos a Tokyo ya era demasiado tarde para poder enlazar correctamente las líneas de la JR. Con lo cual solo nos dio tiempo de llegar hasta la estación de Minami Urawa que enlazaba con la Musashino Line la que nos tenía que haber llevado a nuestra estación de Minami Koshigaya, donde teníamos el hotel. De esta forma nuestro grupo de 4 se quedó sin transporte público que nos llevase hasta Koshigaya. Pero como vimos que de Minami Urawa a Minami Koshigaya habían tan solo dos paradas decidimos hacerlas andando, sin embargo durante nuestro trayecto perdimos la referencia de las vías del tren con lo que acabamos haciendo un recorrido mucho más largo de lo que suponíamos.
Después de estar toda la noche caminando, solo dos personas llegamos por fin al hotel cuando ya amanecía, las otras dos se habían quedado en una estación del camino esperando a que se restableciese el servicio ferroviario y desde ahí llegar a la estación de Koshigaya. Es normal que luego de esta paliza las tres personas que tenían pensado subir al Fuji ese mismo día se replanteasen la ascensión. Cuando nos levantamos más allá del mediodía las fuerzas flaqueaban tanto que uno de nosotros decidió no subirlo. Con lo cual solo quedábamos dos con la certeza suficiente para decidir coronar la cima de la montaña.


No obstante los problemas no acabaron ahí, uno de los miembros del otro grupo de tres, vino a buscarnos al hotel para ir juntos a donde se había quedado con quien más ganas tenía de ascender el Fuji, era sin duda quien se había informado más de como llegar y como subir el volcán. Pero como nos habíamos levantado muy tarde, entre que poníamos a punto los preparativos y entre que salimos hacia Shinjuku dos horas tarde, cuando llegamos ya no estaba. Estuvimos esperando un tiempo en Studio Alta, lugar habitual donde la gente suele quedar, pero no lo encontramos. Así que supusimos que había decidido irse solo a subir el Fuji, de esta manera, sin guía alguno que nos llevase hasta allí decidimos ir por nuestra cuenta. La aventura ya se presentaba la mar de difícil, habíamos perdido al único de nosotros que sabía como llegar, además de ser el único que dominaba mejor el japonés.
Pero gracias a la ayuda de una ciudadana que hablaba inglés pudimos saber que tren coger para llegar hasta el monte. Debíamos coger la Chuo line hasta la parada final de Otsuki, y desde allí coger la línea especial del Fuji llamada Fujikyu, desde la cual se puede arribar a las estaciones de Kawaguchiko o Fujiyoshida, enclaves importantes para la ascensión o para la contemplación del monte desde uno de sus lagos.
Cuando ya había anochecido llegamos a la estación de Kawaguchiko, encontrándonos con la sorpresa de tener que pagar el trayecto de la Fujikyu, dado que con el JRPass no podíamos pasar gratis, el precio supuso un poco más de 1000 yenes. Pero cuando me disponía a pagar no encontraba mi monedero, así que supuse que me lo había dejado dentro del tren que en ese momento se estaba yendo. Corrí detrás de él por el arcén y las vías hasta que el conductor me vio y paró. Sin embargo dentro del tren no encontré nada, amablemente me disculpé y volví para luego, a través de mis amigos, darme cuenta que me había dejado el monedero, en un descuido, encima del mostrador. Este percance, aparte de ridículo para los tres, nos hizo perder el último autobús que desde la estación de tren nos hubiese conducido hasta el punto 5 de Kawaguchiko desde el cual comenzar la subida. Por lo tanto, después de preguntar a varios transeúntes, llegamos a la conclusión que la travesía al Fuji tocaba a su fin sin haber comenzado siquiera.
Durante esos momentos de desilusión e incertidumbre fuimos a una tienda 24 horas donde comprar algo para picar mientras esperabamos que se nos ocurriese algo para no acabar así la aventura al monte sagrado. Mientras compraba unos onigiris y unas galletas de chocolate se me ocurrió comprar una linterna por si finalmente conseguíamos escalar el Fuji. Habitualmente, la ascensión se realiza desde el punto 5 unas horas antes del amanecer, para una vez llegado a la cima poder contemplar la salida del Sol en todo su esplendor. Por tanto, mi idea era que si conseguíamos llegar hasta el campamento base de Kawaguchiko nos haría falta una linterna. Pero en esos momentos esa idea parecía muy lejana dadas las circunstancias.
Fue entonces cuando mientras estábamos comiendo sentados en un banco se nos acercó un taxista que nos proponía llevarnos al punto 5 a un precio que consideramos demasiado caro, sin embargo, nos propuso otra alternativa, llevarnos hasta un punto situado entre la estación de tren de Kawaguchiko y la estación base o punto 5 de mismo nombre. En el mapa que nos había sacado, la distancia entre el punto señalado y el punto 5 no era muy grande, así que supusimos que podría ser una buena idea, dado que nos ahorrábamos un poco menos de la mitad que con la otra opción y si todo salía bien conseguiríamos hacer cima en el Fuji cuando todo apuntaba a todo lo contrario. Después de acceder a su propuesta nos pusimos en marcha hacia el lugar indicado.
Durante el recorrido tuvimos nuestra primera idea de como era Aokigahara, un gran bosque que a lo largo de la noche no deja ver nada de lo que se haya entre sus entrañas. Supusimos que el trayecto iría más allá del mar de árboles, pero nos equivocamos.
El lugar donde nos dejó el taxista era una explanada en mitad del bosque, donde se alzaba una amenazante y tenebrosa gran torii de piedra, seguida de unos escalones flanqueados por farolillos de piedra que subían hacía un lugar que la oscuridad no nos dejaba ver. En esos momentos para los tres aquel lugar parecía la misma entrada del infierno.
Debatimos entre nosotros si pagar más e ir al punto 5, o si quedarnos donde estábamos y desde allí mismo comenzar a subir. Finalmente debido a que previamente había comprado la linterna fuimos 2 contra 1 en quedarnos y ascender. Sin embargo la luz de la linterna no iluminaba tanto cuando las luces del taxi se apagaron. Aún así, decidimos comenzar la ascensión.
Donde el taxi nos había dejado no había pendiente alguna, era a partir de la torii que comenzaba la verdadera subida a la montaña, en los mismos pies del Fuji. Si la montaña se dividia en varios puntos del 5 al 10 nosotros nos encontrabamos en aquel momento en lo que denominamos el punto 0.
El lugar donde nos encontrabamos era uno de los puntos en la ruta de Yoshida, una ruta que recorre parte del bosque y casi toda la montaña, aunque debido a su desuso no es muy frecuentado, salvo para aquellos que quieran hacer de la subida un mini-camino de Santiago. Durante el recorrido de esta larga ruta se han avistado osos al amanecer, debido a ello se recomienda a los caminantes que no salgan del sendero, dado que los osos normalmente huyen de la presencia humana, y si en un tal caso alguna persona se topara con alguno se hiciera la muerta. Pero todo esto, en ese entonces lo desconocíamos, solo la posible presencia de osos me perturbaba.
Desde que dejamos los escalones de piedra la ascensión no fue nada fácil, la inclinación de la subida cada vez se hacia más notable, la oscuridad, a pesar de la linterna, no nos dejaba ver correctamente los accidentes del camino, y una tierra bastante húmeda se quedaba pegada en nuestro calzado, provocando que cada paso fuese más difícil que el anterior. Además podíamos ver como desde la lejanía se iba acercando una gran niebla espesa que abarcaba gran parte del mar de árboles, aunque aún estaba lejos no podíamos entretenernos en el camino si no queríamos acabar teniendo problemas de los serios.
Aunque habían varios pequeños senderos que cruzaban el nuestro pude ver que a la derecha de nuestro camino habían clavadas pequeñas estacas pintadas de color rojo, a veces difíciles de ver dado que se encontraban escondidas entre la maleza. Teniéndolas como referencia era poco probable que nos pudiésemos perder o confundir de camino.
Mientras ascendíamos vimos diferentes estaciones de té abandonadas, donde antiguamente los caminantes debían descansar mientras disfrutaban de una buena bebida. De las 4 estaciones que vimos solo la primera parecía estar en pie, todas las demás, cuanto a más altura estuviesen más destrozadas estaban, estando la última completamente derruida.
Después de casi dos horas de subida continuada sin descanso llegamos a una encrucijada donde nuestro camino se dividía en tres, el de la izquierda parecía bajar la montaña, el que teníamos delante se sumergía bajo una gran espesura que ocultaba el sendero antes tan claro, y el de la derecha parecía el más claro de todos, sin embargo para estar seguros, intenté encontrar alguna estaca roja, pero no hallé ninguna. Una furtiva mirada atrás nos hizo tener que decidir prontamente, la niebla que anteriormente habíamos visto en la lejanía, ahora nos pisaba los talones, aquella niebla parecía tan espesa que ya suponía una seria amenaza. Si ya era fácil poder perderse sin ella, con ella lo sería aún mucho más.

Imagen de un bosque de Aokigahara nubloso con aspecto aterrador

Después de decidir ir por el camino de la derecha, comenzamos a acelerar la marcha, para descubrir que el sendero escogido acababa en una explanada rodeada por una densa espesura de árboles que no daba a ninguna otra ruta. En ese momento, comenzamos a replantearnos seriamente si había sido buena idea haber decidido subir por aquel camino. Mientras uno de nosotros optaba por volver a bajar hasta la torii, cosa que ya descartamos debido a que la niebla lo impedía, decidimos volver a la encrucijada y ver que haciamos. Cuando estábamos hablando de ello, la niebla comenzó a asomarse por entre los árboles, así que sin pensarlo dos veces comenzamos a correr con todas nuestras fuerzas hasta el cruce de senderos. Al llegar ahí por un casual vi que una estaca roja asomaba entre una alta maleza, que previamente me había impedido verla desde la posición donde estaba, la estaca indicaba el camino de en medio, un camino que parecía que llevara a ninguna parte. Oscuro, casi sin sendero, con una alta y frondosa maleza, no parecía la mejor elección, pero con la niebla susurrándonos al oído no lo dudamos. Tras recorrer unos cuantos metros nos topamos con lo que parecía un muro, la mirada a izquierda y derecha solo nos indicaba que aquel muro parecía que cortase al bosque por dos, era tan largo como la vista en la oscuridad nos permitía ver. Pero como no podíamos preguntarnos muchas cosas, dadas las prisas, observamos que con ayuda podríamos superarlo, así que después de escalar con esfuerzo el muro vi que me encontraba en mitad de una carretera, desde ella podía ver la plenitud del bosque bañada por aquella niebla blanquecina que le daba un tono aún más tenebroso, ayudé a subir a mis dos compañeros, y por fin con alegría celebramos haber superado el gran obstáculo de Aokigahara.
Una vez volvimos a colocar a nuestras espaldas las mochilas y de haber recorrido unos metros nos topamos con una casa de descanso, donde los escaladores que atravesaban en coche Aokigahara podían descansar y comenzar la subida desde la ruta de Yoshida y no desde la frecuentada Kawaguchiko, la más concurrida de las cuatro que nacen desde un punto 5. Allí pudimos descansar y recuperarnos del cansancio.
Cuando nos levantamos, ya hacía tiempo que había amanecido, con lo cual la idea de poder ver la salida del Sol desde la cima se desvaneció. Aún así el hecho de haber atravesado Aokigahara la noche anterior nos daba fuerzas para hacer cima fuese cuando fuese. Con los ánimos recargados salimos fuera siguiendo el único camino que había para subir, y de esta manera encontrarnos al poco tiempo una señalización que nos indicaba que nos hallábamos en el punto 6.

Imagen de una de las rutas para subir al monte Fuji

A partir de aquí la primera parte de la ruta hacia la cima fue la más accidentada, rocas con la humedad de la mañana formaban el camino, solo habiendo unas cadenas para sujetarse e impedir una posible caída más que dolorosa. Superado este largo obstáculo, la ascensión no se hacía muy complicada. Debido a que durante la ruta nos íbamos encontrando áreas de descanso donde descansar, comer o comprar desde palos de escalada a oxígeno, se hacía mucho más agradable que la ardua subida por el mar de árboles.
Sin embargo, mientras subíamos más y más comenzamos a notar el mal de alturas. Primero con la sensación de falta de aire, cada paso suponía un esfuerzo descomunal, era desalentador, ver que aun habiendo subido un largo trayecto todavía no podíamos vislumbrar la cima. Después el mal de alturas comenzó a transformarse en nauseas, que mientras se fuese picando algo se iban aguantando, gracias a unos palillos estilo Mikado, pero que sin embargo no lograban engañar al terrible hambre que tenía. No comía desde la estación de tren de Kawaguchiko, y tan solo fueron un par de onigiris, galletas y alguna bebida con gas. Sin embargo, el mal de alturas se presentó más fuerte en uno de mis dos compañeros, a quien a parte de nauseas los dolores de cabeza le impidieron hacer el ascensó con normalidad. A cada estación de descanso donde parábamos, menos ganas teníamos de hablar, de pensar e incluso de proseguir. Por mucho que descansáramos no había manera de seguir con fuerzas hasta el siguiente punto de reposo. A veces cerrábamos los ojos unos instantes y luego nos dábamos cuenta que durante cinco minutos habíamos estado como estatuas de piedra vivientes de pie en mitad del camino.
Después de superar todas las estaciones de descanso del punto 6 del punto 7 y algunas del punto 8, por fin vimos la cima. Eso nos alegró más de lo que esperábamos, la meta cada vez estaba más cerca. Personalmente pensaba que después de las dos últimas noches, la caminata por Saitama y la travesía por Aokigahara, llegar a la cima era toda una obligación.
Pero antes de pensar en llegar a la cima, preferíamos pensar en llegar a los objetivos previos que nos quedaban, un par de estaciones del punto 8 y la torii emblemática del Fuji que representaba el punto 9.

Imagen de uno de los puntos de descanso que se encuentran a lo largo de la escalada a la cima

Poco a poco las fuerzas iban flaqueando más y más, y una vez dejadas atrás todas las estaciones de descanso, comenzamos a separarnos entre nosotros, uno se quedó muy atrás pareciendo que le iba a resultar imposible proseguir, yo cada paso que daba me era un mundo, un esfuerzo descomunal que no me permitía ir como hubiese deseado, y mi otro compañero parecía más entero y fue ascendiendo poco a poco. Sin embargo, cuando ya había superado el punto 9, el esfuerzo le pudo y estuvo largo rato sentado sin mostrar asomo de poder continuar. Tiempo después llegué hasta él y después de preocuparme por su estado y de gritar interesándome por la del otro, que se encontraba mucho más atrás, continué hacia la cima. Cuanto más cerca estaba más fuerzas me parecían volver, solo deseaba llegar y que todo acabase. Cuando llegué a las escalones que eran la antesala de la cima, eche otro ojo atrás y observé que mi otro compañero ya se había puesto de pie y estaba de nuevo ascendiendo con las fuerzas restablecidas, mientras el otro, al cual le había dejado una chaqueta militar en el casal hotel, debido a que su polo estaba totalmente húmedo del sudor y no tenía recambio alguno, estaba tendido en el suelo, dando una imagen que junto al color de la tierra del Fuji parecía más una escena de un moribundo de guerra, a no ser por toda la gente que pasaba por su lado con ropa deportiva de colores luminosos que se lo quedaban mirando mientras continuaban caminando.
Al poco rato llegué a la cima, donde en unos bancos de madera que habían al lado de una mesa pude descansar por fin. En ese momento no me fijé demasiado en como era la cumbre, para mi lo importante era que había subido hasta ella, que había coronado la montaña sagrada del Japón. Unos momentos después, llegó mi otro compañero que después de sentarse en el mismo banco se puso a descansar. Pero el hambre no nos dejó disfrutar demasiado de nuestro merecido descanso, delante nuestro se alzaba un restaurante de ramen, de donde provenía un olorcito que no hacía más que despertar nuestras ansias de comer. Entramos y pedimos unos buenos boles de ramen junto a un par de bebidas de CC Lemon, para nosotros ese fue el mejor ramen que habíamos comido en nuestras vidas, desde entonces no he vuelto a probar uno tan delicioso como ese. Al salir del restaurante, vimos que nuestro otro compañero había llegado y se había puesto a descansar tirado sobre la mesa de madera, cosa que nos hizo reir a los dos.
Las carcajadas dejaron paso, a un interés renovado por inspeccionar la cima de la montaña, una cima mezcla de colores entre grises, marrones y verdes fuertes, después con la cámara de fotos, llegué hasta la boca del volcán, profunda y dormida hasta quien sabe si para la eternidad. A lo lejos había un pequeño santuario en honor a Sengen la diosa del Fuji, pero como estaba demasiado lejos y las fuerzas aún no daban para tanto, decidimos no ir.

Imagen del cráter del monte Fuji

Desde la cima podíamos contemplar aquel espectáculo que nos proporcionaba aquella privilegiada altura, después de 9 horas de ascensión desde que salimos de aquel salvador hotel por fin nos hallábamos en el techo de Japón. En ese momento, todos los problemas y contratiempos de los últimos días quedaban atrás para hacer hueco a la inmensa alegría que suponía estar ahí arriba. Pero era momento de dejar los pensamientos atrás y comenzar a bajar, no sabíamos aún como lo haríamos para volver al lugar donde comenzó todo, la estación de tren Kawaguchiko.
Sabíamos que algunas personas aprovechaban algunos caminos de bajada para descender rápidamente usando una tabla de cartón que llevaban para la ocasión, pero nosotros no sabíamos en ese momento que caminos podrían ser. Éstos eran los descensos de Subashiri y Gotemba, y solo durante un trayecto determinado no durante toda la ruta. Aún así seguimos a varios jóvenes que iban con tablas de cartones en la mochila, y que bajaban por un lugar cercano a donde habíamos subido.
La bajaba no resulto ser nada fácil, había demasiada pendiente y sumado a la gran cantidad de piedras que formaban el camino era sencillo resbalar y caer, cosa que sucedió varias veces. Debido a la lentitud de nuestro descenso fuimos perdiendo a los jóvenes que teníamos delante. Más adelante, la niebla hizo acto de presencia, no dejándonos ver adecuadamente el camino, cosa que hizo aún más ralentizar nuestra bajada, aunque comparado con la que nos seguía la noche anterior esta nos la tomamos a broma. Cuando ya llevábamos casi un par de horas de bajada nos encontramos de nuevo con el bosque de Aokigahara, aunque esta vez íbamos por un camino más amplio, acompañado de más escaladores, y por supuesto era de día. Sin embargo, la niebla ahí era mucho más espesa que en la montaña y no te dejaba ver nada que estuviese a más de un metro de uno.
Nos sorprendió no ver a los chicos que llevaban las tablas de cartones, solo los vimos al principio y luego ya no los vimos más. Esto se debió a que los caminos de Subashiri y Kawaguchiko confluyen a unos 800 metros previos a la cima, luego se bifurcan en dos caminos por separado, que necesariamente no han de ser los mismos que los de la subida. Salvo la ruta de Fujinomiya, los demás caminos tienen partes de ascenso y descenso por separado.

Mapa de las diferentes rutas para subir y bajar el Fuji

Después de una media hora andando por Aokigahara, llegamos al punto 5 de Kawaguchiko. Esperábamos encontrar un par de hoteles y poco más, pero era todo un pueblo entero, con sus casas, sus tiendas, sus parkings, era como un pueblo misterioso en mitad de otro misterioso bosque. Cuando todavía no sabíamos ni donde dirigirnos la densa niebla hizo acto de presencia, ocultando al pueblo por completo, solo veía la parada de autobús que tenía al lado, todo lo demás había desaparecido entre la blanca espesura. Sin duda parecía todo un pueblo fantasma, hasta que la niebla dejó pasó de nuevo a la vida del pueblo, volviendo a ver gente moviéndose de aquí para allá.
Cuando hubimos acabado de ver tiendas de souvenirs y tiendas de comida, decidimos mirar que autobús coger para que nos llevase hasta la estación de tren, pero para nuestra sorpresa, el último se había ido media hora atrás, justo cuando llegamos al pueblo. Fui a preguntar si habría otro para ese mismo día, pero solo obtuve la respuesta que hasta el día siguiente no habría otro. Me quedé pensando en este nuevo percance que teníamos cuando vi llegar otro autobús del cual bajaban una veintena de jóvenes que dirigidos por varios adultos y al grito de Banzai ansiaban hacer cima en el Fuji. En ese instante, uno de mis compañeros me dijo que había encontrado una pareja que se ofrecían a acompañarnos hasta la estación de tren en su coche. Rápidamente fuimos hacia allí, y después de agradecerles el gesto, nos introducimos en su gran monovolumen para dirigirnos hacia Kawaguchiko.
El trayecto se hizo ameno con conversaciones en inglés sobre nuestra aventura, nuestros percances y alguna que otra referencia a España, país por el cual tenían cierto interés, dado que años antes habían ido a visitarlo. Después de un rato, llegamos a la famosa estación de tren, donde luego de despedirnos de nuestros acompañantes fuimos a finalizar esa gran aventura.
Al regresar a Saitama, descubrimos que el compañero de viaje que estuvimos esperando en Studio Alta, pensó que no subiríamos y volvió al hotel para llamar a ver que sucedía, al ver que nosotros ya habíamos ido a subir al Fuji, propuso a uno de los que se había quedado en Koshigaya si quería ir con él a subir la montaña, éste le respondió que no. Toda una lástima para la persona que más ganas tenía de subir al Fujiyama. Seguro que en otra ocasión lo realizará con menos problemas que nosotros. Por otro lado, viendo que nos retrasabamos de nuestra escalada al monte, los dos compañeros que se quedaron en Saitama pensaron que nos habíamos perdido y si tardábamos más contemplaban la idea seriamente de llamar a la policía. Sinceramente, en parte no les faltaron motivos.

lunes, 15 de junio de 2009

HIS

No mucho antes de crear este blog, me enteré que HIS, una famosa agencia de viaje japonesa, había abierto una nueva sede en Barcelona, exactamente en la calle Roger de Lluria nº44. 
Esta noticia no habría de tener nada más de especial, aparte de para aquellos que les resulte interesante comprar un billete de avión allí, comparar precios u ofertas con otras agencias o les ilusione simplemente ser atendidos por japoneses. Sin embargo, fuera de lo curioso del evento, el mero hecho de leer sobre HIS me hizo recordar un suceso que ocurrió ya hace algunos años atrás.
Ese verano estaba disfrutando de uno de mis viajes a Japón. Había descubierto la apasionante Hokkaido, lugar de contrastes donde los allá, donde uno puede deleitarse de increíbles paisajes y excelente comida al ritmo del tran-tran del tren. Pero ese viaje llegaba a su fin, y el día del retorno llegó puntual e impasible, pero sin embargo nada, nada tranquilo.
Por motivos varios me encontré llegando tarde al aeropuerto de Narita, puede ser increíble las veces que uno puede mirarse el reloj cuando esta apunto de perder un avión y el tren no va lo veloz que uno desearía.
La cuestión es que llegué tan apunto que lo perdí, pero eso no fue lo bueno, lo mejor fue cuando me dijeron que como tenía billete cerrado no podía cambiar la fecha de regreso, y por tanto había de comprar un billete nuevo, que por supuesto al ser en el aeropuerto rondaban los 500.000 yenes (un poco más de 3.000 euros), dado que en los espacios aeroportuario no se aplica oferta alguna. Después de dialogar, discutir o fuese lo que fuese lo que hiciese, lo único que pude sacar fueron las 3 compañías aéreas donde los billetes eran más baratos de comprar, Cathay Pacific, SwissAir y, por descontado, Aeroflot.


Mientras me disponía a buscar el mostrador de estas tres compañías, pasaron delante de mi tres hombres con camisa hawaiana y pinta de tener bastante pasta, se acercaron al mostrador que hacía nada había dejado y pidieron 3 billetes para no se donde, oyendo luego como decía uno de ellos que él ya pagaba. Estuve a apunto de ir y decirle que ya que le sobraba la pasta que me pagase uno a mi también, pero en vez de eso preferí irme rápidamente a los mostrados antes citados.
Los billetes de Cathay y SwissAir no bajaban de los 300.000 yenes, aún demasiado caros para mí, pero me aconsejaron que fuese a una agencia de viajes en Tokyo y que allí comprase el billete, ya que me saldría mucho más barato. No obstante, antes quise probar con Aeroflot, la última de las 3 compañías para probar y la que menos deseaba. Aunque me habían aconsejado ir a Tokyo, no quería volver sin haber agotado todas las opciones de las que disponía en Narita.
Cuando llegue al mostrador de Aeroflot, solo había una persona que no podía atenderme y que me comentó que para cualquier consulta me dirigiese a las oficinas situadas dentro del recinto. Después de indicarme como llegar y que tenía que decir para que me dejasen pasar, me dirigí hacía el lugar con decisión, para mi sorpresa no había ningún guardia vigilando, así que pasé sin más. 
Dentro todo era un laberinto de pasillos largos y estrechos, un espacio monocolor nada agradable a la vista. Pregunté a un miembro del personal y amablemente me apuntó la puerta a la que me tenía que dirigir. Cuando me encontré delante de ella, piqué varias veces pero no obtuve respuesta, hasta que escuche un ligero douzo y me dispuse a pasar. 
Una mesa con un Japan Times sobre ella estaba a la izquierda de la entrada, y enfrentando mi visión un biombo que no me dejaba ver lo que había detrás.  Me deslicé hacia la derecha y encontré un hombre sentando y un despacho lleno de papeles, le explique mi situación pero no entendía nada de inglés, así que después de chapurrear algo de japonés llegué a entender que tenía que esperar al Sr.O, que era el encargado de estos temas. Así que después de indicarme la mesa detrás del biombo me quede sentado ahí esperando al Sr.O.
Esos momentos eran los primeros minutos de descanso que tenía desde que me enteré de la pérdida del avión. Aunque seguían siendo instantes de incertidumbre por saber que me iban a decir, la tensión iba en disminución cuanto más tiempo estaba sentado. Así que dado, que no podría hacer nada hasta que no viniese el encargado decidí relajarme más aún. Cogí el Japan Times y me fui a la sección de deportes, en ese momento se estaba celebrando el Nagoya Basho, y deseaba saber como iba la competición. Había estado siguiendo los progresos de Kotooshu, y después de haber completado un fenomenal Natsu Basho quería saber como le estaba yendo en este torneo de Nagoya, el cual por el viaje no había tenido ocasión de seguir. Fue grata mi sorpresa el descubrir como el día anterior había derrotado al Yokozuna Asashoryu, creciendo sus posibilidades de hacerse con su primer torneo de sumo. Mientras leía el articulo daba la razón al periodista cuando se refería a que el progreso de este luchador había sido totalmente exponencial estando predestinado para ser uno de los mejores luchadores de sumo. 

Imagen del dojo del Kokujikan, donde se celebran los combates de sumo
Pese a leer otras noticias, y luego otras y otras, el Sr.O no llegaba. Hasta que de repente entró por la puerta y me saludo. Hablaba el inglés así que no hubo problema de comunicación, pudiendo explicárselo todo desde el principio dado que parecía que nadie le había comentado nada sobre mi situación. Me dijo que mientras intentaba buscar una solución esperase en la mesa de antes. Después de ruido de papeles y llamadas por teléfono, me llamó y me expuso la situación de manera clara, me ofreció un billete por unos 160.000 yenes, pero debía pagarlos antes de 40 minutos. Aunque no disponía de ese dinero en ese instante podía conseguirlo en un determinado plazo de tiempo, así que después de darle las gracias fui a por el dinero en cuestión sin perder tiempo alguno. Después de extraer unos ahorros que tenía, sumado al dinero que me había proporcionado la family, después de unas correspondientes llamadas, pude extraer un poco más de 200.000 yenes, suficientes para hacerme con el ansiado billete de avión. Pero el tiempo que había necesitado para conseguirlo había sido demasiado y cuando llegué al encuentro del Sr.O. ya llegaba 20 minutos tarde. 
Cuando llegué a su oficina, después de haber recorrido parte del aeropuerto corriendo, me hizo saber que como había llegado tarde ya era imposible que me pudiese ofrecer el billete, que hasta la semana siguiente no tendría la oportunidad de ofrecerme uno. Intenté razonar con él para que me ofreciera otro, pero me dejo muy claro que ese día ya no había ninguno más. Mi única opción, según él, eran las oficinas de la compañía que habían en Toranomon, allí probablemente podrían encontrar una solución a mi encrucijada.
Al final tuve que abandonar el aeropuerto sin haber encontrado solución alguna, pero como estaba en plena contrareloj, no podía perder tiempo en divagaciones y rápidamente cogí el Narita Express dirección Tokyo. Mientras viajaba en el tren comencé a pensar en los posibles gastos que podría tener en el caso que la búsqueda del billete se alargará, como noches de hotel, comida, transporte y posibles gastos varios como tarjetas de teléfono. Tenía que intentar ahorrar todo el dinero que pudiese desde ese momento porqué no sabía hasta cuando se iba a alargar la situación.

Imagen del Narita Express, que conecta la capital con el aeropuerto
Nada más llegar a Tokyo, empecé a ir agencia por agencia buscando algún billete de regreso, sin embargo en la gran mayoría me decían que debía haber un semana mínimo entre la solicitud del billete y el viaje en cuestión, tiempo que no disponía. A los 3 días debía de empezar a trabajar, y siempre que no hubiese otra opción no pensaba retrasar mi regreso a Barcelona.
Toda la tarde estuve probando por diferentes agencias por el centro de Tokyo hasta que éstas cerraron, momento el cual me encontraba en Ginza, de los peores sitios donde acabar. 

Ginza, uno de los barrios más caros de Tokyo, esta lleno de tiendas con lo más exquisito  que uno pueda comprar, sus brillantes escaparates te animan a entrar mientras que los precios te invitan a lo contrario. Sin embargo, el servicio, el producto y la calidad merecen su alto precio, por eso cuando uno visita Tokyo, un paseo dominical terminado con una cena en algún Izakaya o locales similares de Ginza son merecidos totalmente.

Una imagen del barrio de Ginza, en Tokio
Volviendo a lo de antes, me encontraba descansado en un banco de Ginza mientras contemplaba las luces de neón de las edificios cuando decidí que tenía que buscar un hotel antes de que fuese demasiado tarde. Sabía que por Minami-senju había uno de los hoteles más baratos de Tokyo, así que uno vez llegado allí comencé a buscarlo. Cuando lo encontré me dijeron que no tenían habitaciones libres, pero me recomendaron otro igual de barato que no había muy lejos. Un hostal de habitaciones compartidas que aunque no era muy cómodo, en ese momento me era como un hotel de lujo. Me dispuse a descansar y a reflexionar en lo que había de hacer al día siguiente, visitar Toranomon.
Sin embargo esa mañana me la pase buscando el edificio donde se encontraban las oficinas de Toranomon para acabar descubriendo que los sábados cerraban. Me encontraba en un punto muerto, y las opciones se me iban acabando una a una. Hasta que pensé de nuevo en el Sr.O., si me había ofrecido un billete el día anterior quizá ese día si le presionaba podía hacer que me ofreciera otro. Así que le llamé y le expliqué la situación. Después de intentar convencerle conseguí que me diera otra pequeña alternativa, me había pedido que le mandase por fax mi billete y pasaporte, luego vería lo que podía hacer. Fui a una tienda 24 horas donde pudiera hacer fotocopias y enviar un fax, para inmediatamente después tomarme un descanso y parar para tomarme un merecido desayuno.
Cuando llamé al Sr.O. me comentó que como mis billetes no eran de Aeroflot era difícil que pudiera hacer alguna cosa, pero como era algo que ya le había explicado, supuse que sería mejor ir a verle en persona, probar explicarlo todo correctamente e intentar encontrar una solución.
Después de otro viaje en el Narita Express, llegué al aeropuerto y me dirigí a las oficinas de Aeroflot, donde estuve hablando con el Sr.O. largamente. Sin embargo, como me había dicho previamente, no pudo ofrecerme otro billete para ese día. Cuando ya no sabía que hacer y me replanteaba comprar un billete para una semana después en cualquier agencia, el Sr.O. me habló sobre HIS, una compañía de viajes que había visto anunciada por la televisión teniendo como a protagonista al famoso jugador de béisbol Tsuyoshi Shinjo

Imagen promocional de la compañía de viaje HIS que utilizó al entonces jugador de béisbol Shinjo
Me comentó que en la ciudad de Narita había una agencia de HIS donde podían vender viajes para el día siguiente. Me aconsejó que fuese hacia allí y que preguntase por el Sr.S., que el podría ayudarme a conseguir un billete. Habiéndomelo explicado todo, el Sr.O. me acompañó fuera del aeropuerto donde me llamó a un taxi y le dio las explicaciones pertinentes para llegar a esa oficina en cuestión. Previamente durante el trayecto hacia el taxi el Sr.O. me preguntó si podía hacerme una pregunta que quería hacerme desde el principio, quería saber el por que había perdido el avión. Después de explicárselo todo y reírnos un rato, antes de montarme en el taxi me despedí y le agradecí todo las molestias que había tenido conmigo, esperando interiormente que esa última opción fuese la definitiva.
El recorrido hasta Narita duró más de lo que me esperaba, sin embargo no lo fue tanto llegar hasta la agencia de viajes HIS, situada en un edificio en frente de la estación de tren de la ciudad. Después de pagar al taxista y darle las gracias me dirigí hacía la entrada del pequeño edificio, la agencia se situaba en la segunda planta, y una vez llegado hasta ella se podía ver una agencia de lo más normal, con solo una pareja como clientes. Había un poster en grande de Shinjo con un traje a lo Elvis en una de las paredes, y una televisión grande que no paraba de repetir los anuncios de la campaña de verano. 
Nada más entrar me preguntaron en que podían ayudarme, les pregunté por el Sr.S, y al rato vino a verme. Le expliqué que venía de parte del Sr.O. y que buscaba un billete para estar en tal día en España. Entonces pidió a una de sus empleadas que me atendiera, una chica guapa y bastante agradable, pero sin embargo bastante dubitativa, parecía que no tenía demasiada confianza en su inglés y temía una conversación un poco difícil, pero al final no fue nada de eso, todo lo contrario. 

Lo primero que le pregunté fue si de verdad era posible que me diesen un billete para la fecha que le solicitaba, comentándome que no había ningún problema siempre que hubiesen plazas disponibles cosa que confirmó enseguida. Inmediatamente, toda la presión que tenía me desapareció, diluyéndose como un azucarillo. Por fin me veía de regreso a Barcelona en el día deseado, la presión dejó pasó a una gran alegría y una sensación que todo lo que había hecho había merecido la pena.
Al acabar los trámites de la expedición del billete, el cual me costó 124.000 yenes, mucho menos de lo que me esperaba, me dispuse a cogerlo cuando se produjo un terremoto. Durante unos largos segundos, tenía sujeto el billete, mientras que la empleada asustada no lo soltaba. Por muy raro que pareciera el terremoto no me preocupaba demasiado, tampoco no era muy fuerte, pero suficiente para asustar a los empleados y ver como los clientes que estaban a mi lado se refugiaban bajo el marco de la puerta de entrada. Yo por mi parte solo quería mi billete, quería cogerlo y guardarlo hasta que tuviese que utilizarlo en el viaje de regreso. Terminado el terremoto, y de que la chica dejase ir un lacónico kowai, soltó el billete y pude asirlo con fuerza. Cuando todo comenzó a tranquilizarse, me despedí y me dispuse a volver al hostal a tomarme un merecido descanso, pero antes quería disfrutar de una buena comida. 
Nada más salir, cruzando la calle había un restaurante donde me pedí un buen plato de katsudon.
Al acabar cuando me dirigía a la estación, no sin antes echar una última ojeada a la agencia HIS,

Una imagen de la entrada de la oficina de HIS en la ciudad de Narita
me encontré que debido al terremoto el servicio ferroviario se había parado hasta que se creyera conveniente. Así que tuve que esperar un par de horas más para poder volver al hostal y soñar con mi regreso después de un accidentado fin de semana. 

lunes, 8 de junio de 2009

Bienvenidos

Bienvenidos a mi nuevo blog, dedicado casi por entero a ir descubriendo Japón pasito a pasito. Espero que disfrutéis leyendo las entradas y paséis un rato entretenido conociendo un poco más este maravilloso país.